El terrible accidente
ferroviario ocurrido hace dos días en Santiago de Compostela no sólo se ha
convertido en uno de los peores sucesos sufridos en nuestros país en los
últimos años sino también en un
lamentable accidente periodístico en el que me duele decir que en esta ocasión buena parte
de la prensa de este país no ha dado la talla y también ha descarrilado. Se ha puesto en tela de juicio el criterio de
muchos de los medios de comunicación de este país a la hora de “informar” de
tan lamentable hecho.
Esta desgracia ha ocurrido
además en pleno verano, en plena época de sequía informativa, con las redacciones
de periódicos, radios y televisiones mermada por las reducciones de plantilla a
las que se suman las vacaciones del escaso
personal superviviente a EREs y “reajustes” de personal…
Todos estos factores se
unen a las líneas editoriales un tanto trastocadas de muchos medios, a la ética informativa tan malita de salud
en tantos otros, la necesidad de vender a costa de todo, las prisas por
informar aunque no dé tiempo a contrastar…Tantas cosas que han hecho que, salvo
alguna honrosa excepción, los medios de comunicación de este país no hayan sido
capaces de aprobar con nota en el tratamiento informativo (repito, informativo)
de tan dramático suceso.
Era miércoles por la noche
cuando salí tarde de trabajar y al conectarme con mi móvil me enteré de lo
sucedido. Se me estremeció el alma. Llegué a casa, eran las doce de la noche, encendí
el ordenador, enchufé la televisión, buscando
información sobre lo sucedido. Información…
Los medios digitales
aportaban algunos datos, muchos de ellos imprecisos, otros meramente especulativos, pero todas las fotos que
podían, aunque fueran estremecedoras,
mejor si lo eran...La televisión iba más allá. Las grandes cadenas privadas
continuaban con su programación normal después de haber emitido una ridícula
cobertura de apenas 20 minutos sobre lo sucedido. Mal y tarde. Ya tendrían los próximos días para recrearse con duras
imágenes y opiniones de sus colaboradores que de todo saben.
Eso por no hablar de las
pequeñas privadas, que andaban rodeadas también de esos colaboradores multiusos que ahora resultan ser también expertos en
accidentes ferroviarios. Ver para creer.
Pero no piensen que los
medios públicos andaban mucho mejor. TVE, la de todos, estaba intentando
informar en directo repitiendo una y otra vez las mismas imágenes, buscando el morbo por el morbo, el sensacionalismo,
pintando todo de un amarillo que daba
asco, y sin aportar apenas información contrastada, pero especulando con
las causas del siniestro, eso sí, amparándose en el tan socorrido
presuntamente. Como apunte a esto, les diré que mientras la BBC y CNN fueron las primeras en informar y de las pocas que
dieron la talla en cuanto a televisiones, juzguen ustedes. Ha habido trabajo bien hecho pero desgraciadamente en esta ocasión ha sido tan escaso...
Y si hablamos del día
después, mi indignación como periodista y como ser humano, no tuvo fin. Medios,
escritos, radiofónicos y televisivos, que hasta hace poco se han considerado
“serios” se recreaban una y otra vez en el dolor de las víctimas y sobre todo
en el de los familiares y amigos buscando testimonios que no informaban pero sí
teñían un poco más de un amarillo
asqueroso el panorama nacional.
En lugar de tantos
crespones negros y tanta palabrería, muchos medios de comunicación de este país
deberían haber cuidado un poco más el tratamiento de tan doloroso suceso, pues
hubiera sido la mejor manera de
solidarizarse con las víctimas y con sus seres queridos.
Pero es verano, no hay
noticias, hay poco personal en los medios de comunicación, cada vez menos
periodistas buenos y más jóvenes becarios, que algún día pueden ser grandes
profesionales pero ahora son becarios. Y ojo, no olvidemos, que aunque no nos
guste reconocerlo, el ser humano es
morboso por naturaleza ante situaciones como esta y eso los medios lo saben
muy bien…