viernes, 26 de julio de 2013

La prensa descarrila


El terrible accidente ferroviario ocurrido hace dos días en Santiago de Compostela no sólo se ha convertido en uno de los peores sucesos sufridos en nuestros país en los últimos años sino también en un lamentable accidente periodístico en el que me duele decir que en esta ocasión buena parte de la prensa de este país no ha dado la talla y también ha descarrilado. Se ha puesto en tela de juicio el criterio de muchos de los medios de comunicación de este país a la hora de “informar” de tan lamentable hecho.

Esta desgracia ha ocurrido además en pleno verano, en plena época de sequía informativa, con las redacciones de periódicos, radios y televisiones mermada por las reducciones de plantilla a las que se suman las vacaciones del escaso personal superviviente a EREs y “reajustes” de personal…

Todos estos factores se unen a las líneas editoriales un tanto trastocadas de muchos medios, a la ética informativa tan malita de salud en tantos otros, la necesidad de vender a costa de todo, las prisas por informar aunque no dé tiempo a contrastar…Tantas cosas que han hecho que, salvo alguna honrosa excepción, los medios de comunicación de este país no hayan sido capaces de aprobar con nota en el tratamiento informativo (repito, informativo) de tan dramático suceso.

Era miércoles por la noche cuando salí tarde de trabajar y al conectarme con mi móvil me enteré de lo sucedido. Se me estremeció el alma. Llegué a casa, eran las doce de la noche, encendí el ordenador, enchufé la televisión, buscando información sobre lo sucedido. Información…

Los medios digitales aportaban algunos datos, muchos de ellos imprecisos, otros meramente especulativos, pero todas las fotos que podían, aunque fueran estremecedoras, mejor si lo eran...La televisión iba más allá. Las grandes cadenas privadas continuaban con su programación normal después de haber emitido una ridícula cobertura de apenas 20 minutos sobre lo sucedido. Mal y tarde. Ya tendrían los próximos días para recrearse con duras imágenes y opiniones de sus colaboradores que de todo saben. 

Eso por no hablar de las pequeñas privadas, que andaban rodeadas también de esos colaboradores multiusos que ahora resultan ser también expertos en accidentes ferroviarios. Ver para creer.


Pero no piensen que los medios públicos andaban mucho mejor. TVE, la de todos, estaba intentando informar en directo repitiendo una y otra vez las mismas imágenes, buscando el morbo por el morbo, el sensacionalismo, pintando todo de un amarillo que daba asco, y sin aportar apenas información contrastada, pero especulando con las causas del siniestro, eso sí, amparándose en el tan socorrido presuntamente. Como apunte a esto, les diré que mientras la BBC y CNN fueron las primeras en informar y de las pocas que dieron la talla en cuanto a televisiones, juzguen ustedes. Ha habido trabajo bien hecho pero desgraciadamente en esta ocasión ha sido tan escaso...

Y si hablamos del día después, mi indignación como periodista y como ser humano, no tuvo fin. Medios, escritos, radiofónicos y televisivos, que hasta hace poco se han considerado “serios” se recreaban una y otra vez en el dolor de las víctimas y sobre todo en el de los familiares y amigos buscando testimonios que no informaban pero sí teñían un poco más de un amarillo asqueroso el panorama nacional.

En lugar de tantos crespones negros y tanta palabrería, muchos medios de comunicación de este país deberían haber cuidado un poco más el tratamiento de tan doloroso suceso, pues hubiera sido la mejor manera de solidarizarse con las víctimas y con sus seres queridos.

Pero es verano, no hay noticias, hay poco personal en los medios de comunicación, cada vez menos periodistas buenos y más jóvenes becarios, que algún día pueden ser grandes profesionales pero ahora son becarios. Y ojo, no olvidemos, que aunque no nos guste reconocerlo, el ser humano es morboso por naturaleza ante situaciones como esta y eso los medios lo saben muy bien…

domingo, 9 de junio de 2013

El botellón del Congreso







Ahora lo entiendo todo. Está claro que las barbaridades que se aprueban muchas veces en el Congreso de los Diputados tenían que tener una explicación. Que nuestras llamadas señorías hagan tanto el indio tan a menudo en sus escaños no podía ser casualidad. Y que a veces el Congreso parezca un desierto con tanto escaño vacío debía tener una causa más que justificada.

Ya les digo, ahora por fin lo entiendo todo. La mayoría debe haber hecho previamente botellón en el Congreso o en el caso de los que no se les ve el pelo es porque deben estar en la cantina del mismo poniéndose tibios que diría aquél...

Y es que no es para menos porque desde que leí los precios populares que se gastan sus señorías sueño con ser diputada sólo por poder entrar en su cafetería. Que no exagero, se lo aseguro. 

Y si no, al loro: con cubatas a tres euros y medio, desayunos a mesa y mantel por tan sólo un euro, cafés a 85 centimillos o el menú del día en el autoservicio – con dos platos y postre- a tan sólo 9 euros y una copa de Ron Habana Club de siete años menos de 6 €…con precios así, díganme, quién no se pasaría parte de su jornada en la cafetería.


Estos y otros son los precios subvencionados que marca el pliego de condiciones que se hizo público hace unos días para la concesión de los servicios de cafetería de la Cámara Baja para los próximos cuatro años. Se trata de precios muy por debajo de la media en una ciudad como Madrid donde es difícil poder tomarse, por ejemplo, una copa por menos de ocho euros. La diferencia con los precios de mercado se sufraga con dinero de los Presupuestos Generales del Estado, vamos de todos nosotros. 
 
Y ojo, que además el pliego marca que esos precios deberán mantenerse intactos hasta 2015 con independencia de las variaciones que sufran el IPC y las materias primas.

Y claro, teniendo en cuenta que los sueldos de sus llamadas señorías están insultantemente por encima de la media del españolito de a pie, este asunto, como tantos otros relativos al Congreso, resulta cuanto menos bochornoso y deleznables, eso por decirlo fino que una no quiere soltar improperios.

Y todo ello encima en un lugar llamado Congreso en el que semana sí semana también nuestras no sé por qué llamadas señorías se dedican a marear la perdiz, a echarse las culpas los unos a los otros de los males que matan este país y por ende a ese españolito de a pie que no paga cubatas a 3 euros ni desayunos a un euro y que, por supuesto, no cobra lo que sus señoritos, ay perdón, señorías.

Ese mismo Congreso en el que semana sí, semana también, se aprueban medidas que ahogan más a quienes en realidad ni siquiera podrían permitirse cubatas a 3 euros y desayunos de un euro, pero que tienen que aguantar que los señoritos del Congreso se pongan tibios a golpe de subvención y a costa de todos los españolitos de a pie que no forman parte de la Cámara Baja pero sí de una clase cada vez más baja que sustenta con su esfuerzo y sacrificio a quienes entre cubata y cubata, entre café y café y después de zamparse un menú de 9 euros, deciden con el estómago lleno y agradecido en nombre de esa malherida Democracia que les ampara.