martes, 20 de diciembre de 2016

Líderes



Si les hablo de una niña llamada Nadia y de la que han liado sus padres aprovechándose de su enfermedad y de la generosidad de muchas personas seguro que les suena porque ha salido por activa y por pasiva en todos los medios de comunicación habidos y por haber. Por eso yo no les voy a hablar de ello, ni tampoco voy a ahondar en la llaga, a pesar de que como periodista quisiera, sobre la terrible negligencia que se cometió por no ejercer bien la obligación de contrastar la historia de esta familia antes de difundirla en determinados medios.

Y no les voy a hablar de ello porque con todo este terrible engaño ya se ha hecho suficiente daño a las muchísimas familias que luchan de verdad cada día por sus hijos enfermos, para que se curen o para que al menos ganen en calidad de vida. Ellos, que son mayoría, no se merecen que por un caso aislado como ha sido el de los padres de esta niña (víctima también, no lo olvidemos), no se merecen, como les decía, que ahora dudemos a la mínima a la hora de apoyar causas que sí que lo merecen y, lo que es más importante, lo necesitan.
Por eso este espacio no va dedicado a la estafa sino a la generosidad. En España estamos a la cola de muchas cosas pero me enorgullece decir que somos líderes en solidaridad porque sí, porque los españoles somos así y debemos continuar siendo así. 

Un ejemplo. En el presente año, España ha vuelto a ser líder mundial en donación de órganos y ya van 24 años seguidos siéndolo, una cifra que, sin duda, es el reflejo de un país lleno de personas solidarias. En otro ámbito, hoy en día, las redes sociales están siendo de gran ayuda para muchísimas familias que necesitan un apoyo extra para cubrir los vacíos que deja el Estado y poder ayudar a sus familiares enfermos, muchos de ellos niños.
Igual recuerdan el caso de la pequeña Nayra, que fue operada con éxito en Estados Unidos de una dolencia cardíaca gravísima. Ocurrió en junio de 2015 y lo consiguió gracias a la respuesta de la gente a la llamada de “Un latido para Nayra”, que hizo que sus padres pudieran conseguir los 700.000 euros que necesitaban para salvar su vida.
Libro solidario para "Mueve un dedo por Miguel"
 

“Mueve un dedo por Miguel”, “Una sonrisa para Lucía”, “Mi princesa Rett”, “Por ti late más fuerte mi corazón”…Cuatro lemas que tienen detrás de ellos cuatro grandes luchadores: Miguel, Lucía, Martina y Alba.

Desde hace años, gracias a las redes sociales, conozco y apoyo casos de padres y madres maravillosos como los de estos pequeños héroes que batallan cada día por la salud y la calidad de vida de sus hijos y que merecen, ahora más que nunca, toda la solidaridad que nos hace líderes.

martes, 22 de noviembre de 2016

No es país para hijos



Cada vez que escucho a alguien hablar de la coletilla esa de la conciliación de vida laboral y familiar es que me entra la risa. Claro, que me entra la risa por no llorar porque lo de este país no tiene nombre. 

Vamos a pensar en un prototipo de mujer, de entre 35 y 40 años, que tiene una hija de cinco años. Es hija única y lo es, además, fruto de la imposibilidad de conciliar. Su madre, ante las demandas de la chiquilla por querer tener un hermanito o una hermanita, se ha visto obligada a explicarle con todo el cariño y delicadeza del mundo que sus papás no tienen otro hijo, no porque no quieran darle ese hermanito que les pide, sino porque no pueden empezar a criar un bebé en un mundo cuyos horarios laborales, escolares y familiares son inconciliables.

La niña, que es más lista que el hambre, lo comprende todo pero lo rebate todo, así que les dice que por qué no dejan uno de los dos de trabajar para cuidar al bebé. Y es entonces cuando a esos padres se les termina de partir el alma para decirle que ese Plan B sería maravilloso pero imposible porque los contratos y los sueldos medios hoy en día difícilmente permiten esa opción.

La generación actual de niños y niñas es ya la de mayor número de hijos únicos de la historia reciente de nuestro país y no nos engañemos. Que nadie eche las culpas a los padres y madres de hoy en día por ser, como he escuchado tantas veces, unos egoístas e inmaduros que no están preparados y que sólo piensan en sus carreras profesionales. 

Desde 1977 hasta 2015, el número de hogares con un núcleo conyugal sin hijos se ha triplicado y los hogares unipersonales se han quintuplicado. A ello añadimos que un tercio de los niños españoles son hijos únicos y los pronósticos a medio plazo son que este porcentaje aumente, con las consecuencias que tendrá en el envejecimiento de la población española.

La culpa es de un país que ve normal tener horarios laborales cuyas jornadas de oficina terminen a las ocho de la tarde, que los centros comerciales, supermercados y grandes superficies en general, cierren sus puertas a las diez de la noche, dando servicio en muchos casos de lunes a domingo. Un país que ve normal que los niños tengan que pasar jornadas interminables en los colegios, entrando incluso algunos a las 7:30 de la mañana en la llamada “escuela matinera” y terminar en muchos casos también casi a las siete de la tarde cuando finalizan las dichosas (pero necesarias) actividades extraescolares, debido a los horarios de sus padres. 

La culpa es de un país cuyos políticos sólo hablan de la llamada conciliación laboral y familiar cuando están en campaña, para luego olvidarla. Ese país no sólo tiene una preocupante cantidad de hijos únicos sino de parejas que directamente no tienen ningún hijo porque no pueden económicamente o porque no pueden conciliar.

Nos venden la burra continuamente con el cuento ese de que somos europeos, pero, ay que me entra otra vez la risa floja, cuánto nos queda por aprender. Y es que, haciendo gala del popular “Spain is different” sólo nos queda decir, parafraseando a la famosa película, que en nuestro caso “No es país para hijos”.

Cartel de la campaña de recogida de firmas del Club de las Malas Madres

domingo, 13 de noviembre de 2016

La cuarta niña de Alcàsser

Justo hoy, que se cumplen 24 años de la desaparición y el terrible asesinato de "Las niñas de Alcàsser", recupero este artículo que escribí hace cuatro años con motivo del 20 aniversario de uno de los sucesos sin resolver más terribles de la crónica negra de la historia reciente de este país y que a mí personalmente me sigue encogiendo el alma cada vez que lo recuerdo...

Escultura dedicada a las tres niñas en el Cementerio de Alcàsser


"La cuarta niña de Alcàsser"



Esta semana se han cumplido veinte años de uno de los sucesos más horribles que se recuerdan en la historia reciente de nuestro país: el crimen de las niñas de Alcàsser.

Y no solo se recuerda por ser uno de los más trágicos sino porque fue el primer caso que todos vivimos de la mano del boom de las nuevas televisiones, especialmente de las entonces recién estrenadas televisiones privadas, unas con menos acierto que otras, pero todas de un modo desconocido en nuestro país, poniendo en marcha un tipo de periodismo que no ha dejado de cuestionarse, aunque no por ello se haya dejado de practicar.

Corría el año 1992 y yo entonces tenía más o menos la misma edad que aquellas niñas cuya vida se truncó una tarde de viernes cuando solo querían ir a pasar un rato a una discoteca, exactamente lo mismo que hacía yo por aquella época. El hecho de compartir edad, intereses y provincia, pues yo también soy valenciana, me marcó durante muchos años y aun hoy, veinte años después, se me hiela la sangre cada vez que recuerdo aquel  terrible suceso.

Pero además del macabro y espeluznante crimen, he de confesar que veinte años después todavía me sigue dejando boquiabierta el espectáculo mediático que se montó y las barbaridades periodísticas que se vieron. Ya entonces, a mis 15 años, tenía claro que quería ser periodista, y ya entonces me horrorizó ver el circo morboso que algunas televisiones organizaron durante la desaparición y una vez hallados los cadáveres.

Todos lo recordamos seguro y, lo que es peor, todos lo vimos casi seguro porque, lo cierto es que, aunque aquellos programas traspasaron la barrera de lo ético, convirtiendo el dolor más grande en espectáculo, lo lamentable es que aquellos programas fueron vistos por millones de españoles que, como si del canto de las sirenas se tratara, se sentían atraídos por aquello que jamás se debió emitir. La clásica doble moral tan propia de la especie humana.

Y veinte años después, me sigue indignando y horrorizando el peor legado de aquel drama. Que han pasado dos décadas y seguimos sin saber la verdad de lo que sucedió, cuántas personas, quiénes y por qué estuvieron implicados en aquel acto de sadismo y crueldad sin límites con tres niñas que tenían toda la vida por delante.

Una vida que sí continuó para la llamada cuarta niña de Alcàsser. Aquel viernes 13 de noviembre hubieran sido cuatro las niñas que se dirigían a la discoteca Coolor de Picassent, pero cuando Míriam, Desirée y Toñi acudieron a por su cuarta amiga, ésta no pudo acompañarlas porque estaba con fiebre. Se llamaba y se llama Esther y pocos conocen su historia, la misma que la ha marcado para el resto de su vida. Rehúsa hacer entrevistas y hablar del suceso, y tuvo que pasar por años de tratamiento psiquiátrico tras sumirse en una importante depresión.

En la actualidad, tiene 34 años, está casada y tiene una hija de tres años. Porque la vida siguió para ella como debería haber sucedido con Míriam, Desirée y Toñi.
Son muchos los que han apuntado a que fueron numerosos los intereses que hicieron que ese caso se cerrara metiendo en la cárcel a Miquel Ricart y dando por desaparecido a Antonio Anglés. Yo soy una de las que nunca creyó la versión oficial. Lo mínimo que Míriam, Desirée y Toñi se merecían era que se hiciera Justicia, pero ni siquiera en eso la vida continuó para ellas.

Noviembre de 2012