domingo, 9 de junio de 2013

El botellón del Congreso







Ahora lo entiendo todo. Está claro que las barbaridades que se aprueban muchas veces en el Congreso de los Diputados tenían que tener una explicación. Que nuestras llamadas señorías hagan tanto el indio tan a menudo en sus escaños no podía ser casualidad. Y que a veces el Congreso parezca un desierto con tanto escaño vacío debía tener una causa más que justificada.

Ya les digo, ahora por fin lo entiendo todo. La mayoría debe haber hecho previamente botellón en el Congreso o en el caso de los que no se les ve el pelo es porque deben estar en la cantina del mismo poniéndose tibios que diría aquél...

Y es que no es para menos porque desde que leí los precios populares que se gastan sus señorías sueño con ser diputada sólo por poder entrar en su cafetería. Que no exagero, se lo aseguro. 

Y si no, al loro: con cubatas a tres euros y medio, desayunos a mesa y mantel por tan sólo un euro, cafés a 85 centimillos o el menú del día en el autoservicio – con dos platos y postre- a tan sólo 9 euros y una copa de Ron Habana Club de siete años menos de 6 €…con precios así, díganme, quién no se pasaría parte de su jornada en la cafetería.


Estos y otros son los precios subvencionados que marca el pliego de condiciones que se hizo público hace unos días para la concesión de los servicios de cafetería de la Cámara Baja para los próximos cuatro años. Se trata de precios muy por debajo de la media en una ciudad como Madrid donde es difícil poder tomarse, por ejemplo, una copa por menos de ocho euros. La diferencia con los precios de mercado se sufraga con dinero de los Presupuestos Generales del Estado, vamos de todos nosotros. 
 
Y ojo, que además el pliego marca que esos precios deberán mantenerse intactos hasta 2015 con independencia de las variaciones que sufran el IPC y las materias primas.

Y claro, teniendo en cuenta que los sueldos de sus llamadas señorías están insultantemente por encima de la media del españolito de a pie, este asunto, como tantos otros relativos al Congreso, resulta cuanto menos bochornoso y deleznables, eso por decirlo fino que una no quiere soltar improperios.

Y todo ello encima en un lugar llamado Congreso en el que semana sí semana también nuestras no sé por qué llamadas señorías se dedican a marear la perdiz, a echarse las culpas los unos a los otros de los males que matan este país y por ende a ese españolito de a pie que no paga cubatas a 3 euros ni desayunos a un euro y que, por supuesto, no cobra lo que sus señoritos, ay perdón, señorías.

Ese mismo Congreso en el que semana sí, semana también, se aprueban medidas que ahogan más a quienes en realidad ni siquiera podrían permitirse cubatas a 3 euros y desayunos de un euro, pero que tienen que aguantar que los señoritos del Congreso se pongan tibios a golpe de subvención y a costa de todos los españolitos de a pie que no forman parte de la Cámara Baja pero sí de una clase cada vez más baja que sustenta con su esfuerzo y sacrificio a quienes entre cubata y cubata, entre café y café y después de zamparse un menú de 9 euros, deciden con el estómago lleno y agradecido en nombre de esa malherida Democracia que les ampara.