Ahora lo entiendo todo.
Está claro que las barbaridades que se aprueban muchas veces en el Congreso de
los Diputados tenían que tener una explicación. Que nuestras llamadas señorías
hagan tanto el indio tan a menudo en sus escaños no podía ser casualidad. Y que
a veces el Congreso parezca un desierto con tanto escaño vacío debía tener una
causa más que justificada.
Ya les digo, ahora por fin
lo entiendo todo. La mayoría debe haber hecho previamente botellón en el
Congreso o en el caso de los que no se les ve el pelo es porque deben estar en
la cantina del mismo poniéndose tibios que diría aquél...
Y es que no es para menos
porque desde que leí los precios populares que se gastan sus señorías sueño con
ser diputada sólo por poder entrar en su cafetería. Que no exagero, se lo
aseguro.
Y si no, al loro: con
cubatas a tres euros y medio, desayunos a mesa y mantel por tan sólo un euro,
cafés a 85 centimillos o el menú del día en el autoservicio – con dos platos y
postre- a tan sólo 9 euros y una copa de Ron Habana Club de siete años menos de
6 €…con precios así, díganme, quién no se pasaría parte de su jornada en la
cafetería.
Estos y otros son los precios subvencionados que marca el pliego de condiciones que se hizo público hace unos días para la concesión de los servicios de cafetería de la Cámara Baja para los próximos cuatro años. Se trata de precios muy por debajo de la media en una ciudad como Madrid donde es difícil poder tomarse, por ejemplo, una copa por menos de ocho euros. La diferencia con los precios de mercado se sufraga con dinero de los Presupuestos Generales del Estado, vamos de todos nosotros.
Y ojo, que además el
pliego marca que esos precios deberán mantenerse intactos hasta 2015 con
independencia de las variaciones que sufran el IPC y las materias primas.
Y claro, teniendo en
cuenta que los sueldos de sus llamadas señorías están insultantemente por
encima de la media del españolito de a pie, este asunto, como tantos otros
relativos al Congreso, resulta cuanto menos bochornoso y deleznables, eso por
decirlo fino que una no quiere soltar improperios.
Y todo ello encima en un lugar llamado Congreso en el
que semana sí semana también nuestras no sé por qué llamadas señorías se
dedican a marear la perdiz, a echarse las culpas los unos a los otros de los
males que matan este país y por ende a ese españolito de a pie que no paga
cubatas a 3 euros ni desayunos a un euro y que, por supuesto, no cobra lo que
sus señoritos, ay perdón, señorías.
Ese mismo Congreso en el
que semana sí, semana también, se aprueban medidas que ahogan más a quienes en
realidad ni siquiera podrían permitirse cubatas a 3 euros y desayunos de un
euro, pero que tienen que aguantar que los señoritos del Congreso se pongan
tibios a golpe de subvención y a costa de todos los españolitos de a pie que no
forman parte de la Cámara Baja pero sí de una clase cada vez más baja que
sustenta con su esfuerzo y sacrificio a quienes entre cubata y cubata, entre
café y café y después de zamparse un menú de 9 euros, deciden con el estómago
lleno y agradecido en nombre de esa malherida Democracia que les ampara.
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