Mientras espero el
autobús, relajada escuchando música, observo una escena habitual, demasiado
cotidiana. Un hombre pasea su perro. El can corretea alegre a un lado a otro y
de pronto se aproxima a mi lado, al árbol que hay junto a mí y empieza a mover
su trasero a un lado y a otro. El dueño, muy mirado él, tira de la correa y lo
aparta y sigue su camino, pero sólo hasta el siguiente árbol, a unos metros de
donde yo sigo esperando y observando, mirándole fijamente mientras sigo
escuchando música.
Al aproximarse al
siguiente árbol el animal no llega a tiempo y deposita una magnífica caca
tamaño XXL en la acera. El dueño mira a un lado, mira a otro y con esa cara que
a veces ponen los niños de “yo no he sido” vuelve a tirar enérgicamente de la
correa del can y con un “pies para qué os quiero” se va con el rabo entre las
piernas y la caca en el suelo.
http://tuperrotucaca.blogspot.com.es |
Esto ocurre a diario
cientos de veces en mi ciudad, miles me imagino, no manejo estadísticas al
respecto. Lo que sí sé es que en nuestro país en general, muchas de las calles
se convierten en auténticos orinales caninos gracias a los guarros de sus
dueños. De algunos dueños porque no sería justo meter a todos en el mismo saco,
pues también los hay (y yo conozco unos cuantos) que salen de paseo acompañados
de esos maravillosos animales que son los perros y de las correspondientes
bolsitas para recoger las caquitas.
Da asco de verdad pasear
por algunas calles y jardines en casi cualquier ciudad o pueblo de España y me
niego a que veamos esto como algo normal, irremediable. Por eso me llamó tanto
la atención cuando el pasado mes de abril estuve en la ciudad italiana de
Verona. Aparte de la belleza de esa ciudad a todos los que fuimos nos llamó
poderosamente la atención la enorme cantidad de perros que había por sus
calles, nunca he visto algo igual. Pero lo que más nos llamó la atención es que
en los días que estuvimos allí no vimos ni una sola caca de perro, ni una.
Algo falla en España en
este tema. Es una cuestión de civismo, de educación y de respeto, pero también
es una cuestión de normativa. Si todo lo primero falla, las autoridades
deberían actuar. En el caso de mi ciudad, el Ayuntamiento de Valencia establece
una multa de hasta 750 euros a quien pillen in fraganti con las manos en la
masa, o en la caca, pero lo cierto es que a lo largo de los años 2012 y 2013 la
policía interpuso sólo ocho sanciones por esta razón, una cifra ridícula.
Vamos a ver, qué digo yo
que en lugar de mandar a los municipales a que pongan multas en las calles
fáciles donde saben que los pobres vecinos no tienen ni dónde aparcar podían mandar
a unos cuantos de paisano para pillar a estos guarros que de ciudadanos tienen
poco y freírlos a ellos a multas porque con las calles llenas de mondongos no
es normal que salgamos a cuatro sanciones por año.
Tal es el estado de
desesperación y hartura de algunos vecinos que miren qué cartel me he
encontrado esta mañana en una calle de mi barrio. Y es que eso de decir que
cuando uno pisa una caca de perro es que le va a tocar la lotería hace ya
tiempo que no consuela a nadie. Como no actúen las autoridades pronto cualquier
día se lía parda…
No hay comentarios:
Publicar un comentario