Escultura dedicada a las tres niñas en el Cementerio de Alcàsser |
"La cuarta niña de Alcàsser"
Esta semana se han
cumplido veinte años de uno de los sucesos más horribles que se recuerdan en la
historia reciente de nuestro país: el crimen de las niñas de Alcàsser.
Y no solo se
recuerda por ser uno de los más trágicos sino porque fue el primer caso que
todos vivimos de la mano del boom de las nuevas televisiones, especialmente de
las entonces recién estrenadas televisiones privadas, unas con menos acierto
que otras, pero todas de un modo desconocido en nuestro país, poniendo en
marcha un tipo de periodismo que no ha dejado de cuestionarse, aunque no por
ello se haya dejado de practicar.
Corría el año 1992
y yo entonces tenía más o menos la misma edad que aquellas niñas cuya vida se
truncó una tarde de viernes cuando solo querían ir a pasar un rato a una
discoteca, exactamente lo mismo que hacía yo por aquella época. El hecho de
compartir edad, intereses y provincia, pues yo también soy valenciana, me marcó
durante muchos años y aun hoy, veinte años después, se me hiela la sangre cada
vez que recuerdo aquel terrible suceso.
Pero además del
macabro y espeluznante crimen, he de confesar que veinte años después todavía
me sigue dejando boquiabierta el espectáculo mediático que se montó y las
barbaridades periodísticas que se vieron. Ya entonces, a mis 15 años, tenía
claro que quería ser periodista, y ya entonces me horrorizó ver el circo
morboso que algunas televisiones organizaron durante la desaparición y una vez
hallados los cadáveres.
Todos lo recordamos
seguro y, lo que es peor, todos lo vimos casi seguro porque, lo cierto es que,
aunque aquellos programas traspasaron la barrera de lo ético, convirtiendo el
dolor más grande en espectáculo, lo lamentable es que aquellos programas fueron
vistos por millones de españoles que, como si del canto de las sirenas se
tratara, se sentían atraídos por aquello que jamás se debió emitir. La clásica
doble moral tan propia de la especie humana.
Y veinte años después,
me sigue indignando y horrorizando el peor legado de aquel drama. Que han
pasado dos décadas y seguimos sin saber la verdad de lo que sucedió, cuántas
personas, quiénes y por qué estuvieron implicados en aquel acto de sadismo y
crueldad sin límites con tres niñas que tenían toda la vida por delante.
Una vida que sí
continuó para la llamada cuarta niña de Alcàsser. Aquel viernes 13 de noviembre
hubieran sido cuatro las niñas que se dirigían a la discoteca Coolor de
Picassent, pero cuando Míriam, Desirée y Toñi acudieron a por su cuarta amiga,
ésta no pudo acompañarlas porque estaba con fiebre. Se llamaba y se llama
Esther y pocos conocen su historia, la misma que la ha marcado para el resto de
su vida. Rehúsa hacer entrevistas y hablar del suceso, y tuvo que pasar por
años de tratamiento psiquiátrico tras sumirse en una importante depresión.
En
la actualidad, tiene 34 años, está casada y tiene una hija de tres años. Porque
la vida siguió para ella como debería haber sucedido con Míriam, Desirée y Toñi.
Son
muchos los que han apuntado a que fueron numerosos los intereses que hicieron
que ese caso se cerrara metiendo en la cárcel a Miquel Ricart y dando por
desaparecido a Antonio Anglés. Yo soy una de las que nunca creyó la versión
oficial. Lo mínimo que Míriam, Desirée y Toñi se merecían era que se hiciera
Justicia, pero ni siquiera en eso la vida continuó para ellas.
Noviembre de 2012
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