Ya
en más de una ocasión he mencionado algún que otro estudio de esos
insólitos, por no decir absurdos, que se dan a conocer de vez en
cuando. Esta semana leí uno de una universidad alemana que venía a
decir que ser
optimista es malo para la salud,
que nos hace vivir menos. Resumiendo el peculiar estudio, decía que
quienes tienen menos expectativas respecto a su futuro envejecen
mejor, mientras que ser un optimista extremo y predecir un futuro
mejor se asocia con mayor riesgo de muerte. La explicación que dan
estos lumbreras es que el
pesimismo "hace que las personas vivan extremando las
precauciones y cuidando más su salud”.
Precisamente,
después de conocer semejante investigación estuve leyendo otro
artículo de una familia a la que sigo hace tiempo y a la que creo
que le importará muy poco que su optimismo y su lucha puedan, según
este estudio, hacer que envejezcan peor.
Hoy
no quiero hablarles ni del paro, ni de esta crisis que nos ahoga a
veces el ánimo, sino de todo lo contrario, quiero hablarles de un
ejemplo de optimismo y amor que puede con todas las barreras,
las mismas que tiene el pequeño Miguel
Camacho,
un niño de siete años, cuyos padres para mí son todo un ejemplo de
vida, de futuro, de optimismo.
Miguel
tiene una minusvalía de origen congénito que le impide realizar
cualquier tipo de función automática como moverse, respirar, tragar
o hacer la digestión. Bajo el lema “Mueve
un dedo por Miguel”,
esta familia del pueblo valenciano de Albal lleva luchando
incansablemente desde que nació su hijo para conseguir que el
pequeño Miguel lleve una vida como la de los demás niños dentro de
sus limitaciones.
Yo
conocí su caso a través de una página de Facebook en la que
comparten los avances de Miguel, sus pequeños grandes pasos, y todas
aquellas actividades que organizan para poder recaudar fondos para
darle una vida mejor, la que se merece. En 2010, un hermoso vídeo
que recogía todas sus vivencias bajo el nombre “El
mar de Miguel”,
consiguió ganar el “Premio
Romper Barreras”
con el que pudieron financiar parte de la silla motorizada que
necesitaba.
Desde
entonces no han dejado de trabajar por su hijo, nunca, haya crisis o
deje de haberla, nunca, porque Miguel no entiende de crisis. Hace
unas semanas organizaron en Albal una jornada para recaudar fondos
para editar un cuento que, bajo el título,
“Miguel y el Tesoro de la Amistad”
ha sido escrito por unas amigas y una prima del pequeño, un nuevo
proyecto que ya ha visto la luz y que servirá para que esos padres
optimistas, luchadores, puedan seguir dándole la calidad de vida que
Miguel se merece. Yo pronto tendré un ejemplar y se lo leeré a mi
hija y le hablaré de Miguel y de sus padres porque son
el espejo en el que a veces uno se necesita mirar.
Retomando
el peculiar estudio sobre optimistas y pesimistas con el que comencé
este artículo,les diré que no creo que a los padres de Miguel les
importe mucho que su optimismo les haga envejecer peor. No creo que
les preocupe que, según este ridículo estudio, predecir un futuro
mejor se asocie con mayor riesgo de muerte. Ellos no es que quieran
predecir un futuro mejor, es que necesitan
creer y luchar por un futuro mejor,
por ellos y sobre todo por Miguel porque especialmente él lo merece.
Yo
desde luego apuesto por mover un dedo por Miguel ¿Y tú?.
NOTA:
En breve, habrá una web disponible donde poder comprar el libro. Por
ahora, hay numerosos puntos de venta en distintos puntos de la
provincia de Valencia y en unos días van a poner en marcha una
página web donde habrá venta online. De momento, podéis consultar
toda la información en la página de Facebook “Mueve un dedo por
Miguel”, os animo a que lo hagáis. Os dejo el enlace:
Mueve un dedo por Miguel
Y
quienes queráis escuchar este artículo os dejo mi columna de
opinión emitida en “La Mañana de Jaén”:
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